¿Qué más puede pedir mi inquietud?
Este corazón sediento
en el infinito desierto,
mi boca sin saliva...
resquebrajada mi lengua,
y apareces tú... agua fresca...
Déjame beber...
Despacio... muy despacio
para que mi mente no presienta
sólo al hombre.
Detrás del impacto de las voces
está su magnificencia.
Y surgen las palabras
en un remolino de arenas.
Se levanta un nombre
envuelto en blancas mieles...
rodea mi cuerpo,
lo toco... y mis dedos
se adhieren...
¡Quiero quitarlos de esa piel,
pero no quieren...!
Es demasiado fuerte
el pegamento...
Elástico...
mis manos van y vienen.
Se resbalan sobre las palabras
unidas a mi rostro.
Perfectas, implantadas
sin suturas.
Son parte de él,
de ese misterio sumergido
en el alma...
que exhala la pluma del poeta.
Lucy Iaq
martes, 23 de diciembre de 2008
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