Con las nostalgias de un tango
sin bandoneón ni guitarras,
desde papeles enmohecidos,
un alma invoca un nombre:
“Para ti, donde quiera que estés, amigo”
(Clamor de amargas ausencias
amarradas al recuerdo
de noches de canto y vinos,
de historias y poemas
de aquel errante peregrino)
Se hace luz en las sombras
Y al crepitar del sonido
una voz en la distancia
responde...
¡Aquí estoy, he venido!
Lucy Iaq
miércoles, 6 de mayo de 2009
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